Horror apocalíptico mezcla retrofuturista y rollo Historias de la Cripta. Una maravilla que influyó muy mucho en el comic underground yankee de los 60/70 -el cual lo hizo posteriormente en el de los 80, bla, bla, bla- y que descubrí de mano del gran Lord Ausente.
Wolverton destruye el mundo de distintas formas y lo destruye definitivamente. En sus cataclismos cósmicos no quedan supervivientes, y a menudo la historia termina con el protagonista acostado sobre la tierra quemada en un marco de ciudad en ruinas a medio tragar por arena post apocaliptica, o afrontando a los restos de una humanidad embrutecida, reducida a una especie de pseudo gorilas salvajes una vez perdido todo rastro de civilización. Otras veces nada; sólo huesos, algún esqueleto a punto de enterrarse en un planeta oscuro, sin atmósfera.
Pero Wolverton no escribe sólo sobre el apocalipsis. Sus historias están cargadas de antibelicismo -en pleno estreno de la Guerra Fría-; el hombre termina destruyendose a sí mismo por su vileza, estupidez, o las dos cosas. En ocasiones un superviviente regresa al planeta -como le ocurriría luego a Charlton Heston en el Planeta de los Simios- y se lamenta, incrédulo, de lo que han terminado por hacer sus congéneres.
Hay mucha ciencia ficción en la obra de Wolverton, y también mucha historia fantástica con su carga de moralina; los malvados -que no se redimen aunque tengan la oportunidad-, los que se dejan seducir por el lado oscuro, perecen siempre. Los virtuosos sobreviven -no siempre, esto es terror-. Muy naif, sí, pero eran los cincuenta y, como ahora, era lo que la gente quería leer (y creer).
viernes, 30 de mayo de 2008
Basil Wolverton
jueves, 29 de mayo de 2008
La bicha gigante, o Cloverfield
Un día una Bicha gigantesca surgirá del mar y se comerá la ciudad en la que vives, para empezar. Luego tendrá crías y seguirá con el resto del mundo. Fin de la historia. Los humanos nos esconderemos en cuevas y les serviremos de alimento.
Ahora mismo, la mejor versión en cine que puedes disfrutar sobre este apocalipsis es Cloverfield -o Monstruoso-. Olvídate de Godzilla; es un cuarentón de los setenta, una lagartija gigante sobrecrecida por la radiacción sin interés ninguno.
La bicha de Cloverfield es magnífica, genial. Puedes preguntarte si fue invocada por un grupo de adoradores de Cthulhu, si viene del espacio -accidentalemente, con toda intención, o enviada por marcianos cabrones-, de las profundidades abisales o de algún laboratorio secreto en medio del Pacífico. Tiene unos servidores pequeñajos e hijoputas capaces de infectarte con un solo mordisco -y si lo hacen date por jodido-, y lo aguanta todo y todo.
Si te gusta el apocalipsis y no te marea la cámara en primera persona, tienes que ver Cloverfield. Y si puede ser en la pantalla gigante de tus suegros pastosos, mejor.
El discreto encanto del apocalipsis
El apocalipsis va a llegar. No es que lo predijera Fernando Savater -que estaba pedo y hablaba del mineralismo, sea lo que sea-, pero en los últimos tiempos hay una fascinación creciente por el fin del mundo y la destrucción de esta sociedad decadente y bobochorrona en la que vivimos.